La violencia familiar es un gran problema en México, pero por suerte contamos con organizaciones como JUCONI, un grupo de profesionales que ayudan a las mujeres y a sus familias a sanar heridas y salir adelante.
Doña Luz interrumpe nuestra conversación y se vuelve para sonreírle a Diana, su vivaz hija de 3 años, mientras se acerca y busca ayuda para unir dos bloques de construcción. Doña Luz le muestra cómo hacerlo y se lo devuelve a Diana para que lo intente. Ella logra realizarlo y vuelve al pequeño grupo de niños y reanudamos nuestra conversación. Diana regresa pronto, esta vez mostrando con orgullo la torre que ha construido. Doña Luz admira su trabajo y le dice lo inteligente que es y Diana, satisfecha con los elogios, se escapa nuevamente. En estos días, tener una conversación con Doña Luz requiere paciencia ya que es obvio quién es la persona más importante para ella. No siempre fue así.
Según informes del INEGI, el 66.1% de las mujeres en México han sufrido alguna vez en su vida agresiones de tipo sexual, física, laboral y emocional[1]. Doña Luz no fue la excepción, insistió en que no quería tener hijos, así que a lo largo de los años, los insultos y amenazas de su marido y su familia se convirtieron en patadas y golpes. Doña Luz quedó embarazada para detener la intimidación y los golpes, sin embargo, la violencia se intensificó. Ella admite que su desdicha y dolor se convirtieron en un odio que descargó airadamente contra su hija desde que nació, sacudiéndola y golpeándola, reproduciendo la violencia que vivió durante toda su vida. Por este motivo, su hermana la amenazó con ir a la policía a menos que pidiera ayuda para recibir apoyo y acabar con esta situación.
Tony, coordinadora de JUCONI, recuerda su primer encuentro con Doña Luz: “Su ropa estaba sucia y rara vez hacía contacto visual. Parecía triste y agotada. Diana, en ese entonces tenía 8 meses y estaba llorando. Lo que me sorprendió fue que había lágrimas, pero ella apenas hacía un ruido. Doña Luz no la miró cuando uno de nuestros compañeros vino y se la llevó. La erupción en la piel de Diana, producto de llevar el pañal tanto tiempo, era tan grave que tuvimos que llamar al médico”.
El deseo de JUCONI era mostrar a Doña Luz cuánto se preocupaban por ella y sabiendo que le resultaría difícil asistir a las citas en el Centro de Día, nuestro equipo comenzó a visitar a Doña Luz semanalmente en su casa. Mientras Selene (Terapeuta familiar), conversaba con Doña Luz, Lupita (Terapeuta familiar), jugaba con Diana. Poco a poco, Selene comenzó a ganarse la confianza de Doña Luz y se enteró de que había sido enviada a trabajar en un puesto en el mercado desde la edad de 7 años y que era frecuentemente golpeada. Selene le comentó a Doña Luz que sentía mucho que no hubiera tenido el amor y la atención que merecía y la ayudó a llorar su infancia perdida. Después de mucho llanto y consuelo, Doña Luz le pidió a Selene que la ayudara a ser una mejor madre para Diana.
Selene invitó a Doña Luz al Centro de Día. Cuando ella llegó, había 5 madres jugando con sus hijos y Lupita las estaba filmando. Más tarde, las madres se fueron a otra habitación y Lupita les mostró los clips que había editado del video. Los videos mostraron momentos en los que mamás y niños se sonreían mutualmente, hacían contacto visual, compartían una actividad junta y se divertían. Después de esto, todos ellos participaron en el análisis de lo que habían visto. ¿Quién sonrió primero, mamá o bebé? ¿Cómo reaccionó el niño cuando vio que su madre estaba tan interesada en lo que estaba haciendo? Lupita los elogió y les dio información sobre el desarrollo de sus hijos y cómo las diferentes habilidades que mostraban en los videos ayudaban a sus hijos a progresar.
“El video cambió mi vida”, me dice Doña Luz. “Vi cómo me miraba Diana y lo importante que era para ella y que quería estar conmigo. Vi que puedo ser una buena mamá. En JUCONI tenemos espacio para jugar con nuestros hijos y aprender de ellos”.
Valorando los avances en el grupo de madres y en las sesiones terapéuticas en su hogar, Selene sugirió que invitara a su esposo Don Humberto a participar. Finalmente, Selene lo convenció de involucrarse hasta que fue tomando confianza, al punto de participar en todas las sesiones con las terapeutas.
Doña Luz me dice que Humberto no ha sido violento en más de un año y que ahora la apoya si su familia comienza a criticarla. “Yo solía pensar que los cambios en mí y Humberto eran por la presencia de JUCONI y las educadoras, pero ahora estoy convencida de que soy yo, somos nosotros que cambiamos nuestra historia para siempre”.
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